jueves, 24 de mayo de 2018

Si te digo que estoy en Coslada, algo no va bien

Nunca se me ha dado bien mentir. No me gusta hacerlo y además no lo hago bien. Pero reconozco que me fascina la facilidad que tiene la gente para montar historias, crear excusas, urdir planes y, además, dormir por las noches.

Hace años, paseando  por mi barrio en Madrid, me crucé con una pareja; él hablaba por teléfono subido a una moto aparcada. Al llegar a su altura escucho: "Pues dónde voy a estar, mamá. Aquí, en Coslada". Ahí lo tenía, con toda la naturalidad del mundo y a 15 kilómetros de Coslada. 

Me vino aquella escena a la cabeza hace un tiempo, en pleno bajón. Hay épocas en las que una se encierra y no quiere salir: de casa, de la cama, de ningún sitio. Con motivo o sin motivo, no viene al caso. En plena caída libre, cuando no sabía bien dónde estaba el límite de mis ojos a la hora de soltar lágrimas, mi móvil escupía continuos mensajes de "¿Qué, cómo vas?" que debes responder porque son mensajes de preocupación sincera. Pero mi cabeza y mi cuerpo no reaccionaban, hasta que en un momento de locura o deshidratación recordé a aquel chico sentado sobre su moto y tuve la tentación de responder "aquí, en Coslada". No lo hice. Una lástima.

miércoles, 2 de mayo de 2018

Volver a escribir

 
El otro día encontré un blog mío antiguo; bueno, no exactamente un blog, digamos más bien un diario virtual. La buena noticia es que recordaba la contraseña de la página; la mala fue descubrir que mi yo del pasado escribía bastante mejor que mi yo del presente.
 
Hace un tiempo una persona bonita que tengo en mi vida me preguntó, mientras hablábamos de poesía, si yo escribía. Le dije que ya no. Me preguntó por qué y no se me ocurrió más que soltar que "desde que soy feliz me cuesta más escribir". Me miró conmovida ya que, como he dicho es una persona bonita, porque estaremos de acuerdo en que tal afirmación merece una hostia. Pero dentro de lo abofeteable de mi confesión había una gran verdad: ya no escribo y, cuando lo hago, no lo hago bien.
 
En aquel diario virtual contaba yo mis desventuras veinteañeras con títulos profundos sacados, en su mayor parte, de canciones de cantautores. Pues bien, encontré entre ellos un título que no he sido capaz de comprobar que ciertamente pertenezca a un cantautor y no sea una frase profundamente abofeteable de mi yo de 24 años.
 
 
¿A qué viene todo esto? Pues a que tengo ganas de escribir y no sé por donde empezar. Últimamente parece que sólo estoy cabreada con todo: con el fútbol, con las series, con la play...no digamos con la gente.  Así que he decidido intentar encontrar el rincón de paz aquí, cambiarle el nombre al blog para volver al origen e intentar que Peter Pan me ayude en esto.
 
No encendáis la luz y hablemos bajito.

martes, 19 de septiembre de 2017

mi carnet de izquierdas

Estoy a punto de perder mi carnet de izquierdas. Es duro de reconocer pero, en cualquier momento, llamarán a mi puerta y me mandarán entregar mis discos de Ismael Serrano y mi bandera republicana, el póster del Che Guevara y buena parte de mi juventud. 
Ha sido todo muy rápido: de repente, cuando todos criticábamos que la derecha tenía un discurso único e inflexible, nos encontramos con que la izquierda, la verdadera izquierda, también lo tiene. Nosotros, que presumimos de diálogo, de que discutir es enriquecedor, adquirimos, en ciertos temas, una posición a la que, si renuncias o cuestionas en algún punto, terminas expulsada de toda una ideología. 

Hablemos de Cataluña: cuando surge un tema tan polémico como la situación actual de Cataluña es importante posicionarse pronto para poder defender tus ideas de manera vehemente durante más tiempo. La izquierda se ha posicionado a favor. ¿De qué? No lo tenemos claro. ¿Del derecho a decidir? Sí. ¿Del referéndum del 1 de octubre? No se sabe muy bien. A ratos parece que sí y a ratos que no. Y eso que el gallego es Rajoy.
Lo del 1 de octubre no es una cuestión de derecho a decidir ni de democracia. Es una cuestión de legalidad. Y esto no significa que la Constitución española no esté obsoleta, que lo está; ni siquiera tiene que ver con que buena parte del Parlament no considere como suya dicha Constitución. Existe una legalidad dentro de Cataluña que también se han saltado: el reglamento del Parlament y el Estatut. Y ese Estatut lo votaron los catalanes y lo negociaron desde Cataluña. Es decir, que no respetan al Estado, pero tampoco respetan a su patria a la que quieren liberar ni, por supuesto, a los que vivimos en ella. 

Tal y como están las cosas, la media docena de personas que lea esto ya imaginará que servidora, después de perder su carnet de izquierdas, estará a punto de votar al PP. Nada más lejos de la realidad. En cuestiones catalanas, el gobierno central, con el PP a la cabeza, ha actuado de manera prepotente y dejada, como hace con todo, negándose al diálogo y queriendo demostrar que con poder se derriba todo. Un ridículo detrás de otro en sus actuaciones. Nada nuevo.
Pero, ¿qué pasa con la izquierda a nivel nacional? No me reconozco en el "no pero sí" ni en el "sí pero no" en el que han entrado muchos. Parece que muchos han olvidado el circo que se vivió en el Parlament semanas atrás para sacar adelante unas leyes completamente fuera de la legalidad española y catalana y ahora el "es que no les dejan votar" se entona bien fuerte como himno de la izquierda revolucionaria, sobre todo desde sitios a los que no les afecta ni la votación ni sus consecuencias. 
Entonces, ¿qué pasa ahora con mi carnet de izquierdas? Creo que nos están mintiendo desde todas partes; creo que es muy sencillo decir "que les dejen votar" desde otra parte del país o del mundo cuando nadie aquí ha explicado de una manera clara en qué va a consistir ese paraíso llamado República Catalana; no creo que se pueda defender una votación creada desde la ilegalidad y el conflicto, en plan pataleta de niño pequeño. Creo que, si se hacen bien las cosas, si se construye un proyecto de estado y se les explica a los ciudadanos con algo más que el "odio a la España opresora" se podría llevar al Parlamento español y montar un referéndum con garantías democráticas. Yo votaría NO a la independencia de Cataluña pero al menos estaría legitimado el resultado que saliera.
¿Es utópico? Sí, y más con este presidente en La Moncloa pero lo que no es de recibo es saltarse las leyes porque no te gusten. 

Visto lo visto y leído lo leído estas últimas semanas, no tengo esperanzas con mi carnet de izquiedas, así que sólo me queda pediros una cosa: no se lo digáis a mis padres, sería una enorme decepción para ellos. Y ahora os dejo, que ha venido Albert Rivera a abrazarme.

jueves, 13 de julio de 2017

odio al fútbol moderno: mis manías

Hace ya bastante tiempo que la gente ha empezado a utilizar la expresión "odio eterno el fútbol moderno" y no es para menos; aunque esta expresión abarca muchos aspectos y yo voy a intentar centrarme sólo en uno: en lo que ocurre dentro del campo.
Mas allá del precio de las entradas, los repartos de ingresos por televisión, el diseño y precio de las camisetas (que podría darme para una tesis), de un tiempo a esta parte los futbolistas han adquirido una serie de manías o costumbres que hacen que cada vez que veo un partido por televisión tenga que gritar: "¿pero has visto  eso? No soporto que lo hagan (y que se lo permitan, claro)", 
Así que he decidido enumerarlas todas (o las que he recordado hoy en esta soledad que es la pretemporada) para desahogar y demostrar a mi media docena escasa de lectores lo maniática que puedo llegar a ser. Vamos allá:

- Los porteros que se salen del área para sacar. Se adelantan tanto que muchos de ellos terminan saliéndose del área con el balón en la mano para sacar. ¿Qué necesidad? Llegas suficientemente lejos sacando desde dos pasos más atrás.

- Pitar falta al portero en cualquier salto, se toquen o no. Sea dentro o fuera del área pequeña. El portero se ha convertido en algo más que intocable. Ya no se puede uno ni acercar en los saltos.

- Agarrones en todas las faltas lateral/ córners: hay unos 40 penaltis por partido. El "marcar de cerca" se ha convertido en una sesión de abrazos y placajes que siempre terminan: o bien en nada, o en falta en ataque. Eso sí, en el centro del campo se pita cualquier choque, agarrón o roce que haya, como si las zonas del campo hicieran diferenciar la intensidad de la falta.

- Reclamar todos los saques de banda / fondo / córners a favor aunque haya sido claramente en contra. Cada vez que veo una mano señalando, juro que me apetece tirar una zapatilla contra la televisión.

- Adelantarse para sacar de banda: la madre de todas las manías modernas. El balón sale de banda, el recogepelotas o el propio jugador ya coge el balón un par de metros por delante de donde ha salido, da 3 o 4 pasos más, pregunta al árbitro, y antes de sacar da otros 4 pasos como mínimo. En cada saque de banda se adelantan una media de entre 5 y 10 metros sin que el árbitro diga nada cuando es más que descarado. He visto casos en los que un equipo echa el balón fuera para que un jugador sea atendido y en vez de darle una patada hacia fuera del campo, deja el balón pisado en la línea para perder menos tiempo; es imposible no tener ahí una referencia de dónde está el balón. Pues el jugador que va a sacar coge el balón y comienza a caminar sin que nadie le diga absolutamente nada. Otra muy clásica es ver un balón salir fuera y caminar hacia el siguiente recogepelotas que puede encontrarse a unos 5 metros. Coger su balón y empezar a caminar desde ahí.
Muchas veces no ganan casi nada con ello, son simplemente manías que hacen que yo me ponga histérica. Pero otras veces sí que ganan; se quitan de encima la presión si están en zona defensiva o rompen una línea rival entera solo cogiendo un balón que esté a 5 metros de donde debería.

- Darle un toquecito al balón después de que el árbitro pite. Desplazar el balón para perder tiempo está castigado, en teoría, con tarjeta amarilla. Pero no hablo de darle un patadón al balón y mandarlo a la tercera gradería. Hablo de que te piten una falta, te das la vuelta, protestas la falta y le das un toquecito al balón hacia un lado.  ¿Para que el rival no saque rápido? Imagino que sí, pero debería ser tan amarilla como un desplazamiento largo y a mí, personalmente, me genera una violencia que terminaría expulsada si fuera futbolista profesional. Quien dice toquecito al balón, dice llevarse el balón debajo del brazo. Violencia, chunga, mucha.

- Empujón una vez que el balón ya no está en disputa. Esta es otra manía adquirida en los últimos años parecida al punto anterior pero más peligrosa. Siempre han existido futbolistas que "marcaban territorio", pero la manía moderna es dar un empujón al rival cuando ya no hay ocasión de jugar el balón. El más clásico es el momento en el que el balón sale por línea de fondo y uno de los dos jugadores que va en la disputa empuja al otro con el balón ya fuera o cuando está a punto de salir para que éste no llegue. El concepto de "carga" se nos ha ido. Las cargas por detrás nunca han sido cargas. Son falta y punto. Y en este caso concreto suelen terminar con un jugador contra la valla. 
En otros casos no terminan contra la valla sino peor. Dos ejemplos: ¿Recordáis la caída espeluznante de Fernando Torres en Riazor? Bergantiños salta y va al coche a un balón que ya no estaba allí, va innecesariamente a chocar con Torres que termina con un golpe que se pudo haber evitado. Y es lícito ir al choque e incluso a veces llegar tarde o medir mal, pero hay casos en los que simplemente se va a chocar sabiendo que es imposible llegar al balón. 
Otro caso, este de empujón que acabo mal y nunca se habló de ello: Villarreal-Sporting: balón largo hacia Bakambu, Bernardo va protegiendo el balón para que llegue a Cuéllar y cuando el delantero ve que el portero se va a hacer con el balón, da un empujoncito a Bernardo, le cambia el paso, pisa mal y se rompe el cruzado. ¿Mala suerte? Sí. ¿Evitable? también. 

- Levantar las manos, señalar el balón o mandar a un rival que se levante. Ya puede haber un trozo de pierna en el césped o sangre en la cara del rival que no hay falta en el fútbol en el que no ocurra una de estas tres acciones en el jugador que hace la falta.

- Reclamar mano en todos los disparos dentro del área en los que haya un rebote.

- Tirarse al suelo para pedir un cambio. Mira bonito, si hace un minuto estabas corriendo, puedes esperar a que el balón salga fuera y hacer el cambio o, si estás muy malito, te sales a la banda. Raro es el partido en el que el equipo que va ganando no sufre 3 o 4 desmayos en los últimos 10 minutos. Y a la mitad de ellos se les ve luego esprintar en un contraataque. 

- Pararse para bajarse las medias / quitarse las espinilleras cuando van a sustituir a un jugador. Tarjeta automática, sin dudarlo. Y si es la segunda, a la calle. Bastante pérdida de tiempo es que vayan a saludar al árbitro o que lleven un trote cochinero.

- Recogepelotas como jugador número 12. Los prohibiría. Hacen desaparecer balones, montan contraataques al equipo local, tiran balones de más cuando hace falta. Por mí, que fuera la propia liga quien los pusiera y ya.

- Y todo esto tendría menos importancia si este punto no sucediera: el tiempo añadido estandarizado: Durante un tiempo el tiempo añadido era de un minuto en la primera parte y 3 en la segunda. Ya se podía haber caído el mundo. Luego una circular informaba a los árbitros de que si no había cambios ni lesiones, en la primera parte no se añadía nada. Conclusión: en la primera parte puede perderse el tiempo que se quiera porque nunca, nunca, nunca, lo van a añadir. Así se vio en un Sporting-Recreativo: el árbitro llamó la atención al portero visitante en más de una ocasión para que no perdiera tanto tiempo en los saques de puerta, pero una vez que se cumplió el 45', a vestuarios.
Y en las segundas partes lo mismo. En España nos parece un escándalo añadir más de 4. Se supone que 3 fijos vienen por los cambios, así que al parecer se pierde solo un minuto, como mucho, en los desmayos varios. Luego, claro, hay casos para todos: que los cambios no sumen 3 minutos, que con solo la mitad de cambios sumen 4...o hasta que marque el grande, pero eso es otro tema.

Vista la extensión de este post, no tengo muy claro por qué sigo viendo fútbol. Y eso que no hemos hablado del VAR,

miércoles, 5 de octubre de 2016

¿A quién le importa?


Después de muchas opiniones de unos y otros sobre lo que sucedió con Cuéllar en la sala de prensa de Mareo, he intentado ordenar mis ideas y trataré de plasmarlas aquí de la forma más clara posible. No prometo que vaya a conseguirlo.
Entremos en materia: ¿Tiene Cuéllar razón? Sí. ¿Pierde Cuéllar las formas? Sí. ¿Pierde razón por perder las formas? Ahí empieza el debate en el que muchos medios y periodistas a nivel nacional han entrado.
Cuéllar explota contra un periodista que envía un vídeo a su medio sin ningún tipo de explicación de lo que sucede en ese vídeo; y contra un medio que titula ese vídeo “Cuéllar reta a la afición a su llegada a Riazor” sin comprobar si eso era lo que estaba pasando. Es decir, que hay una persona que está presenciando la llegada del autobús del Sporting a Riazor; si no es ciego, ve bajar al ATS del Sporting (es lo primero que se ve en el vídeo) y dirigirse corriendo hacia las vallas; después baja Cuéllar y se queda mirando para esa zona con una expresión extraña, Abelardo llega por detrás y le toca la espalda pidiéndole que siga caminando; después baja Meré que también se queda mirando. Quizás si ese periodista va a enviar ese vídeo a su periódico, debería explicar todo lo sucedido, pero no lo hizo.
La Nueva España recibe ese vídeo. Asumo que lo ve entero y se queda solo con la mirada de Cuéllar hacia la valla. Sin tener ningún tipo de información adicional, deciden utilizar ese titular y subirlo a la red.
Desde varios medios y periodistas he escuchado la palabra “error” para explicar y algunos incluso, justificar la acción. Un error habría sido cambiar los nombres de los jugadores, decir que fue Isma, por ejemplo, el que baja del autobús. Eso es un error que podría, incluso, entenderse por las prisas con las que se escriben este tipo de noticias para subirlas cuanto antes. Recibir un vídeo sin ningún tipo de explicación y darle un titular que no fuera “Llegada del autobús del Sporting a Riazor” es mala praxis y búsqueda de polémica y de clicks. Habría sido tan fácil como llamar a la persona que te envía ese vídeo y decir: “¿Y esa cara de Cuéllar? ¿Le estaban insultando o algo, o es que ha pasado alguna cosa a la llegada?”. No parece difícil.

Ahora bien, la prensa nacional se echa las manos a la cabeza porque un señor que se ha visto difamado insulta a un periodista y explota contra Cuéllar (contra su formas, principalmente) y contra la defensa hacia el portero que muchos hemos hecho en las redes, y aquí es donde, por mi parte,  va a haber una explicación que sólo incluye mi opinión, quizá no la de los demás sportinguistas, pero que refleja bastante mi cabreo general hacia la prensa:

Mi argumento, y el de varias personas más, para defender las formas que usa Cuéllar en sala de prensa es que, si no hubiera usado esas formas, nadie se habría hecho eco de lo sucedido: ni de la respuesta de Cuéllar, ni de la situación vergonzosa en la que el portero del Sporting se ha visto envuelto. Pues bien, anoche tuve que leer en el blog de la libreta que ese argumento era “discutible” y concluye con una sentencia que es la clave de mi cabreo: hace que me pregunte si de verdad es tan importante que toda España supiera que un medio asturiano acusó al portero del Sporting de mirar mal a unos señores por la calle
Efectivamente a nadie le importa: a nadie le importa lo que diga la prensa asturiana y a nadie le importa que se difame  al portero del Sporting, porque más allá de Madrid y Barcelona aquí no existe nadie. De hecho si Álvaro Arbeloa no hubiera lanzado su tweet, probablemente la mitad de los madridistas que salieron aplaudiendo la actuación de Cuéllar habrían hecho comentario alguno.
Ahora bien, pensemos en un supuesto: imaginemos por un segundo que Cuéllar no explota de esa manera y que el medio no rectifica esa noticia porque al haber pasado varios días ya no lo considera necesario. Pongámonos en el año que viene: el Sporting visita Riazor o cualquier otro campo de España, y, esperemos que no, pasa algo; hay algún tipo de enfrentamiento a la llegada del autobús o entre aficionados. Salta la noticia a nivel  nacional y algún periodista con más ética que en La Nueva busca precedentes; se encontraría a Cuéllar retando a la afición del Dépor a su llegada a Riazor y tendríamos que leer cosas como: “no es la primera vez”, algo que todo el país asumiría como cierto y veraz.
Mi cabreo como sportinguista es ese: la impunidad con la que la prensa habla de cosas que no sabe o que no contrasta; las dan por ciertas, las publican y la gente se la cree. Efectivamente, puede que esa noticia no trascendiera más allá de la cordillera, pero no es la primera vez que el Sporting y/o alguno de sus jugadores se ve envuelto en alguna noticia alejada de la realidad y que sólo busca clicks o defender algún otro interés.
Lo que quizás los periodistas que critican a Cuéllar no saben, o sí lo saben lo cual me resultaría peligroso, es que lo que se publica es tomado por muchos como verdad y que los lectores no se van a parar a contrastar información para saber si ese medio se ha inventado la noticia, la ha redactado de una manera engañosa o tiene algún interés en que se publique desde ese punto de vista y no desde otro. Esto es algo que yo, como sportinguista, llevo proclamando por twitter desde hace mucho tiempo, pero claro, mi audiencia es limitada si la comparamos con la de Deportes Cuatro o Jugones. El caso es que, desde Madrid, se lleva años maltratando mediáticamente al Sporting hasta el punto que el 90% de este país cree que el Sporting subió a primera porque el Betis se dejó o que sigue en primera porque Marcelino obligó a sus jugadores a dejar ganar al Sporting en la última jornada. Sin más análisis, sin más explicaciones, sin atender siquiera a las explicaciones del propio Marcelino. El discurso ya está hecho y no va a venir la realidad a estropear un buen titular y unos cuantos clicks.
Estoy segura de que el cabreo de Cuéllar se limita sólo al hecho del sábado, quizás a algún encontronazo más con algún medio asturiano, pero el mío, mi defensa a las palabras e, incluso, a las formas de Cuéllar va más allá: data más o menos de cuando un señor salió en rueda de prensa a pedir que nos sancionaran por alinear a un equipo que a él, entrenador de otro equipo e ignorante de la plantilla del Sporting, no le parecía el adecuado. La prensa se hizo eco de aquello y condenó al Sporting por cambiar “hasta al portero”. Aquel portero “suplente”, “de equipo B” era Cuéllar, por cierto, y puso firme a toda la tropa de Pedrerol cuando le invitaron al programa e intentaron ningunearle.


Que una parte bastante considerable de la prensa deportiva está podrida es un hecho; que una mirada al bajar del autobús no debería ser noticia, sea como sea esa mirada, también está bastante claro. Lo que se denuncia aquí es la libertad con la que el periodismo se mueve por el fútbol, sobre todo por el fútbol modesto: con absoluto desconocimiento, publicando de oídas, sin contrastar y, sobre todo, sin importarles si lo que se publica es cierto o no; porque total, sólo estamos hablando del portero del Sporting de Gijón. 

viernes, 27 de diciembre de 2013

bendito boxing day

Ayer se celebró el boxing day y yo, que no soy muy de escribir sobre fútbol, he decidido hacerlo porque twitter se me queda escaso en caracteres.

 Dicen que en esta jornada especial en la premier siempre hay un chico que se come a un grande. Casi fue el Manchester United a primera hora, casi fue el Arsenal un poco más tarde y al final no fue ninguno de los dos. Solo la victoria del Sunderland en Goodison Park o el empate del Tottenham en casa contra en WBA pudieron sorprender un poco (aunque poco sorprende ya ni para bien ni para mal el Tottenham).

Lo que nos dejó el boxing day fue una serie de detalles que a mi, al menos, me han parecido importantes y que van dándonos pistas del camino que toma la premier:

-Que el Liverpool, a pesar de su increíble y, sí, inesperado, principio de temporada iba a perder con los grandes lo tenía yo clarísimo. Y no porque yo sea una pesimista red supporter (que también) sino porque a la hora de la verdad siempre falla algo. Es cierto que el partido de ayer nada tuvo que ver con el perdió contra el Arsenal. Ayer el Liverpool no mereció perder, pero el caso es que al final lo hizo; y entre otras cosas porque después de un gran comienzo y un dominio excelente del juego, comenzó una inseguridad en la parte de atrás, sobre todo en la salida de balón de Sakho que no consigo explicarme muy bien.
El centro del campo Leiva, Allen, Henderson comienza a funcionar mejor aunque evidentemente todo funciona mejor en Liverpool si está Gerrard. En ataque no hay dudas de que el Liverpool tiene un potencial tremendo, pero claro, también lo tiene el City; que no sólo tiene un equipo titular que mete miedo a cualquier rival, sino que tiene recambio para formar otro once perfectamente competitivo en la Premier. De hecho ayer, hasta que no enfocaron a Agüero en la banda en los minutos finales, yo no reparé en su ausencia.
Lo que está claro es que más allá de que el Liverpool ayer no mereciera perder, el City es en conjunto mucho mejor equipo. Algo que no ocurre con el segundo punto del post:

-El Arsenal: si los partidos del Liverpool contra Arsenal y City se hubieran dado en orden inverso; es decir, si ayer el Liverpool se encuentra al Arsenal que se encontró el West Ham, se lo come. Y es que el Arsenal empieza a cojear, no sabemos si para terminar de caerse o no, pero el caso es que las carencias empiezan a florecer. Está claro que el estado de Giroud y Ramsey no era normal; era una gran noticia para los gunners pero no era normal. El delantero francés lleva más de un mes sin marcar; Ramsey, lesionado ayer, empezaba a dar síntomas de agotamiento y Ozil aparece y desaparece como ya hacía en el Real Madrid. La esperanza del Arsenal pasa por Walcott, que lleva dos dobletes consecutivos y quién sabe si por Podolski ahora que Ramsey está lesionado. El buen momento de Carzorla también debería aprovecharlo Wenger aunque nunca se sabe con el míster. El caso es que, teniendo en cuenta el calendario liguero que se le avecina al Arsenal, mi cerebro imaginó a Cazorla formando pareja con Arteta (en excelente forma también) y a Podolski con Ozil y Walcott por delante. Hasta que vuelva Wilshere claro, que entonces yo sacrificaría a Ozil para algún partido, que tampoco pasaría nada.
El problema básico del Arsenal sigue siendo que se obsesionó con el fichaje de Higuaín en verano y al final se le quedó coja la delantera y como Giroud no recupere su olfato van a venir problemas. Algo parecido a lo que sucedió al tercer punto del boxing day: el Manchester United.

-El ManU renovado con Moyes pero sin renovar dentro del campo tiene un problema de creación de juego que, creo, es la clave que explica su posición en la tabla. El Manchester no tiene problemas para marcar goles. Incluso sin Van Persie, Rooney y Welbeck se apañan muy bien y la grata sorpresa que ha sido Januzaj han ayudado a que la debacle no sea aun mayor. El problema del United está detrás de esa línea: ayer reapareció Fletcher y, saliento desde el banquillo, Carrick. Quizás ahora comience a equilibrarse un poco el juego pero estamos a finales de año y, si bien puede servirles para avanzar en champions, la premier league deberían darla por más que perdida. Lo que no puede ser es que un club se obsesione por un fichaje, que en este caso fue el de Ander Herrera y al final, al no consumarse, se le quede tan descompensada una línea. Tampoco tengo yo tan claro que Ander fuera a suplir exactamente esas carencias pero el caso es que ni Cleverley ni Anderson están al nivel para manejar al equipo. Al final va a haber que pedirle a Scholes que vuelva...otra vez.

-El que parece que sí ha llegado a donde se esperaba es el Chelsea. El Chelsea ya juega como Mourinho espera que jueguen sus equipos; o al menos a mi me da esa sensación. A estas alturas de la película imagino que ya sabréis que yo no soy muy fan de Mourinho; y si no lo sabéis es que nos conocemos poco. Tiene su mérito, eso yo no lo he discutido nunca. Consigue que todos sus equipos adopten sus ideas y las ejecuten casi a la perfección. En el Chelsea no era complicado a decir verdad. El caso es que, a pesar del potencial que tiene arriba, el Chelsea, para mi gusto, juega rácano, con el fútbol y por más que se empeñaron en acumular delanteros, no tiene el potencial goleador que se esperaba. Eso sí, está consiguiendo que Mata pierda un montón de papeletas de ir al Mundial. A cambio, ya va tercero clasificado y luchará por el título, eso seguro. 

jueves, 17 de octubre de 2013

No es fácil ser un seriéfilo cool. Hay varias etapas en la vida de un seréfilo para alcanzar un nivel de coolitud adecuado y, si no lo haces correctamente, puedes convertirte en un seriéfilo vulgar y eso, chavales, es peor que ser relegado a la portería en los partidillos de patio de colegio.
Lo primero que hay que tener es infinita paciencia porque para llegar a ser un seriéfilo respetado hay que tragarse las series más lentas de la historia. Si no llevas el gen de nacimiento puede convertirse en una auténtica tortura. También es importante, una vez has conseguido ver y analizar todas las temporadas de esas series, defenderlas ante cualquier crítico que surja en tu familia, oficina o círculo de amigos. “¿Qué en Mad Men no pasa nada? ¿Cómo te atreves?”. Es cierto que para el “público medio” (entiéndase el concepto sin llegar a insultarme, por favor) Mad Men puede resultar lenta y carente de acción.
Voy a hacer un inciso sobre el concepto “público medio” antes de que yo misma me parezca la persona mas pedante de la tierra: allá por cuarto de carrera mi profesor de realización nos reveló una verdad absoluta, probablemente lo más importante que aprendí en cinco años de comunicación audiovisual: nosotros (estudiantes, profesores y personal relacionado con la comunicación) no vemos los discursos audiovisuales (series, películas o cualquier programa) de la misma manera que lo ve el resto de la gente. Eso es cierto, mal que le pese a mucha gente y por muy pretencioso que parezca. Es verdad que ahora mismo hay muchísima gente que ha desarrollado una educación audiovisual a base de ver muchos productos pero cuando hablo de “público medio” me refiero al resto, a los que ven la televisión y punto y, como mucho, van al cine o se ponen un dvd de vez en cuando. Vemos cosas que otros no ven, entendemos el discurso de una manera distinta y, por tanto, necesitamos de productos distintos que consigan sacarnos de la rutina. No es una virtud ni muchísimo menos; de hecho mi jefa lo llama “estar contaminado”. Dice que estamos contaminados por el trabajo que hacemos y que por eso nuestros ojos ven la televisión de una manera distinta al resto de los telespectadores. Yo lo llamo condena a veces, porque no me resulta nada fácil callarme cuando veo algo que me choca y frases como “ese no debería ser el asesino porque nos estarían dando pistas falsas y eso haría al espectador sentirse engañado con el discurso” no es la frase que un espectador medio quiere escuchar en el sofá de su casa. Al parecer la gente, el “público medio”, ve la televisión para entretenerse y no pensar durante un rato. Lo que yo os diga, una auténtica condena.
Por eso, creo, hay tanta gente que no aprecia Mad Men. Bueno, ni Mad Men ni Breaking Bad, The Wire, A dos metros bajo tierra o Los Soprano. No las aprecian pero tienen que hablar bien de ellas porque es imposible mantener una conversación seriéfila con alguien y confesar que no te gusta Los Soprano. ¿Dónde te deja eso? Está de moda encumbrar Breaking Bad casi al mismo nivel que maldecir el final de Perdidos. Y, ¿qué queréis que os diga? Creo que nos gusta Breaking Bad por encima de nuestras posibilidades. La mayor virtud de esa serie es haber conseguido que la siga viendo a pesar de que no me caiga bien ningún personaje. No es que no me identifique con ninguno, es que les deseo una muerte lenta y dolorosa a cada uno de ellos y, a pesar de eso, sigo con los ojos como platos su evolución. Pero, reconozcamos una cosa: si lo pensamos fríamente no es para tanto. Claro que si lo pensamos fríamente quizás ninguna lo sea. Esa colección de personajes disfuncionales, que no llegan a ningún lado, con los que no empatizas en ningún momento. Claro, que hay gente que piensa que Walter White es un genio, un héroe, un crack...igual el problema lo tengo solo yo.
Cuando te conviertes en un seriéfilo respetado tienes la posibilidad de sufrir una involución y que no pase nada. Me explico: una persona corriente confiesa que está enganchado a, digamos, Pretty little liars y la reacción normal de su interlocutor sería de rechazo. Pero si eres un seriéfilo respetado ver religiosamente una serie cutre para adolescentes es estar de vuelta de todo y reírte de los que la ven en serio, aunque a veces es muy difícil distinguir a unos de otros; todo es cuestión de actitud, al parecer.
El caso es que, como he dicho, la gente normal (vamos a llamarles ya normal a ellos que es en realidad lo que son) ve la televisión para relajarse o entretenerse. Programas del corazón, realities, talent show y demás productos copan las parrillas de televisión; esos programas que a mi me dan la sensación de estar perdiendo tiempo al verlos. Puede que el problema sea que yo no se relajarme ni entretenerme delante de una pantalla. Los días que una no está para series cool, se pone una sitcom (sitcom cool al poder ser) o una serie de esas adolescentes o series light que yo las llamo, que son las que me sirven de relleno cuando mi cerebro no se encuentra en condiciones de discernir los problemas de personalidad de Don Draper.

Así que ya sabéis: introducid en vuestras conversaciones frases como: “es que es tan mala que hay que verla” o “ya no se hacen series como (serie cool)” y empezaréis a ser respetados. O no.